La industria petrolera post COVID-19: algunas reflexiones y lecciones. Por: Luis Vielma
El mundo aún no termina de recuperase de la crisis que ha significado la pandemia del COVID-19, aunque algunos países que actuaron proactivamente han iniciado el camino de vuelta a la normalidad perdida. Otros todavía no completan el ciclo de madurez que los protocolos establecidos por sus Ministerios de Salud, en línea con la Organización Mundial de Salud, han recomendado y, sin embargo, han decidido “volver a su normalidad”.
La industria petrolera mundial no escapa a este contexto, pues muchas empresas han continuado sus operaciones para mantener su ciclo productivo. Sólo en algunos casos han bajado la velocidad en las actividades y han establecido protocolos preventivos; lo cual no significa que las actividades operativas puedan realizarse con total seguridad.
Pero durante todo el proceso de desarrollo del COVID-19, ninguna compañía petrolera ha suspendido sus operaciones, lo cual pudiera tener un par de lecturas:
- No hay plena conciencia en sus niveles más altos de dirección de la gravedad de la pandemia y su ciclo infeccioso para los trabajadores; o
- La soberbia y arrogancia de algunos directivos les impide aceptar que esta enfermedad es más poderosa que cualquier otra cosa – llámese tecnología o conocimiento – durante sus etapas pandémicas.
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La realidad es que, hasta tanto no se tenga un medicamento que pueda utilizarse como opción preventiva o curativa, el virus seguirá su labor destructiva. Podemos recordar la respuesta de Albert Camus, Premio Nobel de Literatura en 1957, ante la pregunta de un inteligente periodista: “¿qué nos enseña su último libro La Peste, señor Camus?”. A lo que él respondió: “señor periodista, nos enseña que las peores epidemias, no son biológicas, sino morales”.
Camus escribió el famoso libro La Peste en 1947, y en él detalla el día a día del desarrollo de una epidemia de peste bubónica, destacando el altruismo y solidaridad de la gente con los infectados. Asimismo destaca la actitud irracional -de políticos responsables de decisiones en ese país que su imaginación extraordinaria creó. Un libro de ficción escrito hace 73 años y que describió, en gran parte, lo que estamos viviendo en relación con el COVID-19.
Seguimos pensando que el petróleo es un producto –commodity– especial, gobernado únicamente por el mercado, y ese paradigma no lo ha podido cambiar esta pandemia; ni siquiera la caída del consumo en más del 30% en abril y mayo. Esto se comprobó debido a los efectos del nuevo coronavirus sobre la economía de los países y su impacto en el consumo de energía; según las cifras manejadas por la AIE y empresas especializadas en mercados de hidrocarburos.
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No obstante, la lectura actual del mercado petrolero, ha sido de una notable recuperación, “gracias al cierre ejecutado por Arabia Saudita y los demás colaboradores de la OPEP ampliada”, cuando la realidad es que países europeos, liderados por Alemania, han ido abriendo sus economías y demandando energía de nuevo. Realmente han sido los gobiernos responsables con la adecuada administración de la crisis de la pandemia quienes son los verdaderos “héroes” de la recuperación de precios observada hasta ahora, por arriba del gesto de sacrificio de la OPEP ampliada.
¿Ello significa que ya se “normalizó” el mercado? No necesariamente, pues la actitud irresponsable de muchos gobiernos al decretar que se normalicen sus actividades económicas, mientras sus países se encuentran en pleno crecimiento del número de casos de gente infectada, todavía va a generar más casos y personas fallecidas; más crisis.
En el futuro inmediato podemos observar que la situación geopolítica del mundo no es la mejor. Existen conflictos y luchas que llevan ya muchos años. La mayoría de los casos en el medio oriente (Siria, Irán, Irak, Libia), Asia (China, India, Pakistán, Afganistán) y África. Las elecciones de Estados Unidos son otro tema sensible en la geopolítica internacional; pues dependiendo de su resultado, puede darse un cambio en las políticas públicas de explotación petrolera del país.
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Lo anterior originaría una vuelta a prácticas regulatorias ambientales más rigurosas, lo cual podría afectar el desarrollo de crudos no convencionales, con el consecuente impacto en las proyecciones de autosuficiencia energética del país. Finalmente, debemos tener presente que el COVID-19 nos ha enseñado a muchos la urgencia de contemplar el planeta desde una perspectiva diferente. Hay tendencias de un cambio en la actitud de mucha gente, para reducir el consumo de energías fósiles contaminantes, al menos en sus autos y hogares.
La industria petrolera tiene el gran desafío de discutir la viabilidad de su futuro. La I&D debe orientarse hacia la búsqueda de opciones para convertirla en una industria menos depredadora y más amigable con el ecosistema, con el fin de mantenerse competitiva. Si esta visión no se logra consolidar, serán muchas las reservas y los recursos prospectivos que se quedarán viviendo el sueño de los dinosaurios. Recordemos siempre que “la edad de piedra no se terminó por falta de piedra precisamente“.