Mujeres en la Industria

Mujeres en la Industria: fortaleza y empoderamiento

Mujeres en la industria

En años recientes, las mujeres han comenzado a ganar terreno en el mundo profesional. No obstante, las condiciones laborales entre hombres y mujeres siguen sin ser equitativas; determinadas por factores como el salario y prestaciones, las condiciones de contratación; las oportunidades de ascenso, el respeto y los estereotipos, entre muchas otras. 

A lo largo de la historia, la mujer se ha levantado en diversas ocasiones para denunciar la opresión. Un antecedente importante de la redención femenina fue el liberalismo, característico de la Revolución Francesa (1789). A finales del siglo XVIII, iniciaron los levantamientos por la igualdad de derechos y la emancipación femenina. Sin embargo, la lucha del derecho de la mujer no había sido considerada un movimiento social formal hasta hace poco. 

Esta batalla comenzó, oficialmente, con el sufragismo –derecho político y constitucional a votar y ser votado. El movimiento sufragista inició en 1848 en Estados Unidos, y culminó cien años después, en 1948, con la Declaración Universal de los Derechos Humanos aprobada por la ONU, que reconocía el sufragio femenino como derecho humano universal. Alrededor de ese tiempo, en febrero de 1947, la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer se reunió por primera vez en Nueva York.  

El esfuerzo ha sido duro e incansable. Hoy, aunque en algunos países ya se han logrado cosas importantes como el derecho al voto, la igualdad ante la ley, la inclusión en la educación, el control y derecho al cuerpo propio, aún queda por conquistar un campo relevante: el derecho al trabajo y la igualdad de condiciones entre géneros. 

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Como consecuencia del desarrollo industrial, la mujer se integró a las filas de trabajo alrededor de los años 60. En México, fue cerca de 1970 cuando los mercados de trabajo experimentaron una creciente participación femenina, aunque la creencia de que la mujer solamente podía realizarse a partir de la maternidad permeaba en la sociedad. 

Durante ese tiempo, la mujer empezó a ser tomada en cuenta para el trabajo formal y bajo salario, pero todavía se hacían muchas distinciones; como el hecho de que fueran solteras, o de edad avanzada, que estuvieran casadas o embarazadas, por ejemplo. Estos factores influyeron, y aún lo hacen, en las pautas de contratación en múltiples compañías alrededor del mundo. 

El universo industrial y energético aún está liderado, en un alto porcentaje, por el sexo masculino. De acuerdo con un estudio de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), la tasa de participación de la mujer en el mercado económico asciende a 42.9%, mientras que la de los hombres alcanza el 77.8%. A pesar del avance en la escolarización de las niñas, menos de la mitad de las mujeres de entre 15 y 64 años participan en el mercado laboral. Esta cifra se encuentra muy por debajo del promedio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), que es de 67%. En cuanto al sector privado, la representación de la mujer es menor que en el sector público, donde ocupan 51% de los empleos.

A pesar de que las mujeres han llegado lejos y poco a poco han ido tomando posiciones de gran relevancia en todos los sectores, los desajustes sociales que ocasiona este patrón de inequidad exigen una reorganización cultural profunda. Esta restructuración no puede basarse en ningún tipo de discriminación laboral, física o psicológica. 

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Haca falta replantearnos, tanto hombres como mujeres, nuestro rol en la sociedad en la que nos desenvolvemos. ¿Cómo contribuimos al crecimiento de nuestro entorno?, ¿qué hacemos para potenciar el cambio y la tolerancia?, ¿somos agentes activos de desarrollo e inclusión? Urge un cambio profundo en las relaciones humanas y la manera en que se ve a la mujer como ente colaborador y parte determinante de la economía, el crecimiento y el orden social de un país; en el mundo profesional, familiar, social y personal. 

Debemos estar a la altura de nuestro tiempo. Luchemos por que este siglo sea definido por el progreso, la tolerancia, la innovación y, finalmente, por la equidad de género. La colaboración conjunta entre hombres y mujeres es clave para alcanzar resultados satisfactorios y trabajar para el desarrollo y crecimiento tanto de México como del mundo. 

En Energy& Commerce consideramos el empoderamiento y visibilidad femenina como unas de nuestras pautas de trabajo más importantes.

El apoyo y entendimiento entre géneros son los complementos del éxito.

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