Campos no convencionales, importancia y retos en México – Paola Sánchez
Nuestro país se encuentra entre los primeros diez lugares de recursos no probados, pero técnicamente recuperables de gas de esquisto o lutita (shale). De acuerdo con este dato de la Agencia Internacional de Energía (IEA) de Estados Unidos, ¿cuál es la importancia de estos recursos y qué retos plantean para la industria de petróleo y gas?
En México, según la Secretaría de Energía (SENER), las principales cuencas relacionadas con estos recursos están distribuidas en Chihuahua, Sabinas, BurroPicachos, Burgos, Veracruz y Tampico-Misantla. La identificación de los campos está basada en el análisis de más de 1,000 pozos y de información geológica y geofísica generada en más de 75 años de exploración, con datos de la Comisión Nacional de Hidrocarburos.
Esta información se enmarca en la actual transformación mundial en la matriz energética, la cual ha tomado dos caminos principalmente. El primero de ellos una transición hacia energías renovables; el segundo, una mayor explotación de hidrocarburos no convencionales.
Estos campos no convencionales resultan fundamentales para potenciar las industrias de energía, química y petroquímica; en un momento histórico de agotamiento del petróleo y gas tradicionales.
Según el Oil & Gas Journal, “se ha planteado que la producción en los campos no convencionales podría aportar un cuarto de la producción global de gas natural hacia el 2030”. Con datos de la EIA, dicho proceso también “podría elevar la producción petrolera hasta el 10% del total mundial”.
Retos de los campos no convencionales
No obstante, estos yacimientos también plantean una serie de retos sociales, ambientales y económicos en cuanto a la técnica de fracturación hidráulica. Este procedimiento, sin las regulaciones adecuadas a las empresas y acuerdos con las comunidades locales, puede crear graves e irreversibles impactos socioambientales.
Entre estos impactos destacan las afectaciones al agua, el suelo y el aire en el territorio mexicano. Un ejemplo de ello radica en que las operaciones de explotación de campos de gas shale demandan grandes volúmenes de agua. Alcanzan un uso de hasta 3.8 millones de litros en los primeros 30 días de fracturación”, señalan expertos como el Dr. Daniel Romo del Instituto Politécnico Nacional.
En un país como México, que ocupa de los primeros lugares a nivel mundial en estrés hídrico; el cuidado del agua en operaciones industriales resulta fundamental. Lo mismo sucede con el correspondiente análisis de riesgo en suelo ante posibles derrames o fugas; o bien, las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) en términos del aire.
En lo que respecta al beneficio económico, la recuperación del recurso en ocasiones es menor a la inversión destinada. Esto marca una diferencia, según la IEA, de la categoría “técnicamente recuperable” y la “económicamente recuperable”.
La primera implica un porcentaje reducido del total de hidrocarburos en el yacimiento, por lo cual es técnicamente imposible obtener todo el recurso. En este sentido, el material económicamente recuperable es aún menor; debido a la cantidad, calidad y complejidad de tecnología, inversión y exploración que requiere su proceso productivo.
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Así, aunque a diferencia de los campos convencionales, la explotación de los campos de lutitas puede representar un menor riesgo exploratorio; deben contemplarse que su viabilidad económica también es más demandante.
Dicho proceso requiere de campañas extensivas de perforación, altos requerimientos de inversión y una planificación a largo plazo, sin que ello signifique necesariamente un potencial comercial positivo en los proyectos.
Este es precisamente un factor a considerar por parte de las empresas en el negocio del gas shale, pues en palabras del Dr. Romo “son vulnerables a enfrentar problemas financieros en los periodos de bajos precios de los hidrocarburos”. Situaciones así han sucedido por ejemplo en Estados Unidos cuando en la década pasada se declararon en bancarrota 28 compañías derivado de la acumulada carga de su deuda.
En el caso mexicano, Pemex se ha integrado de manera intermitente a la perforación de pozos de este recurso con resultados poco exitosos. Esto debido a sus propias dificultades financieras agravadas desde hace décadas, por causa de mecanismos como la Reforma Energética.
Ante esta situación, el Estado mexicano y Pemex tienen el reto de continuar robusteciendo las herramientas nacionales para fortalecer la seguridad y soberanía energéticas.
Para ello, los campos no convencionales sí tienen una gran relevancia para la industria petrolera de nuestro país. Sin embargo, dicha importancia debe verse reflejada hacia un enfoque que no compita con la transición energética hacia fuentes renovables; sino que la complemente para beneficios con perspectiva social y no sólo empresarial.