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Refinar o no refinar, ¿hay un dilema?

Rosanety Barrios

La actual crisis petrolera representa un nuevo e inesperado reto para nuestra economía. No solamente nos encontramos en un escenario donde los ingresos petroleros no serán los estimados (aún tomando en cuenta que la Secretaría de Hacienda y Crédito Público anunció que tomó coberturas del 100%; ya que, en el caso de Pemex, la cobertura solo protege al 14% de la producción esperada); sino que obliga a replantear el gasto federal para decidir si refinar o no refinar. Tomando en cuenta que la comunidad financiera está muy atenta a la forma en que Pemex generará flujo de efectivo para pagar su deuda.

En un escenario donde el dinero no alcanza, ¿en qué línea de negocio vale la pena invertir? Para responder, revisemos rápidamente las cifras reportadas por Pemex al cierre de 2019:

Fuente: Reporte de resultados preliminares de Pemex al 31 de diciembre de 2019

Pemex informó que su división Transformación Industrial (donde están ubicadas las refinerías y las plantas petroquímicas), fue la que logró mayores ventas el año pasado. Esto puede sonar intuitivo, con base en el valor agregado que deberían representar los productos terminados. Sin embargo, esta misma división tiene costos muy similares a sus ingresos; y al agregar los gastos, observamos que la pérdida de operación, de $63.2 miles de millones de pesos, es mayor que la utilidad alcanzada por Pemex Exploración y Producción. Es decir, que esta división neutraliza por completo la utilidad que Pemex obtuvo en su actividad primaria. 

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Conviene mencionar que, durante 2018, Transformación Industrial perdió en su operación $60.8 miles de millones de pesos; dicho caso ilustra el tamaño del reto al que se enfrenta esta división.

Sin duda, el análisis estático de las cifras no es suficiente para plantear la problemática que enfrenta la empresa petrolera del Estado mexicano. La cual, recordemos, es la más endeudada de su tipo en el mundo.

Pero es un hecho que, en las circunstancias actuales, el Gobierno Federal deberá ser más estricto que nunca para definir en dónde invierte cada peso que los mexicanos pagamos con nuestros impuestos. Lo que hemos visto es que el negocio de la refinación pierde mucho dinero y que su problemática es muy compleja. Todo ello sin considerar la crisis que hoy enfrentamos. 

Bajo estas circunstancias, está perfectamente justificado un ajuste en la política energética que abra nuevamente las puertas a la inversión privada; además de mantener un fuerte enfoque hacia la transición energética. Esto permitiría enfrentar de mejor manera, la necesidad imperiosa de recortar gasto de inversión en las empresas del Estado mexicano e impulsar la economía nacional. 

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