Por: Miriam Grunstein
La contingencia sanitaria ha hecho que muchos recurramos a formas diversas de entretenimiento para evitar enloquecer. Hace días la que escribe vio que anunciaban la transmisión por streaming del Ángel Exterminador (1962) de Luis Buñuel; uno de sus filmes más raros y locamente divertidos. Para los que no han tenido el gusto de verla, se trata de un grupo de personas que no pueden, por razones inexplicables, abandonar una fiesta; a pesar de que sus condiciones se deterioran hasta límites intolerables. Sucios, famélicos, hastiados de sí mismos y de los demás, a los invitados no los deja salir una fuerza inexplicable. Una escena particularmente simpática es cuando uno de los personajes, a falta de alimento, come papel porque dice “que es bueno.” Tal vez eso explique la razón por la que hoy, que no debemos salir de casa; ya no hay papel higiénico.
El encierro invita también a hacer ejercicios con la imaginación y a hacer relacionamientos creativos. Anoche una amiga me mandó unos mensajes en los que se quejaba de que; a pesar de que carecen de insumos esenciales (aún no tienen sistemas informáticos, funcionan 2 elevadores de 6 en su torre y no hay papel de ningún tipo) los no sindicalizados tienen la obligación de asistir presencialmente a trabajar. Al mismo tiempo, con el más fino humor negro, expresó que forzarlos a ir a trabajar no va a causar un alza en los precios del petróleo.
En tiempos como éstos, tal vez sería un ahorro para Pemex que los trabajadores que desempeñan labores administrativas en Marina Nacional se fueran a casa a trabajar; donde la gran mayoría de ellos pueden hacer lo mismo mientras consumen menos servicios, como agua y electricidad. Si es que a la Dirección de Pemex le es indiferente la salud de sus trabajadores, al menos podrían hacer un análisis costo beneficio de mandarlos a casa. ¡Ah! Pero eso de hacer ponderaciones costo-beneficio suena a cálculos neoliberales –negligibles, despreciables.
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Pero si esta situación, además de muy riesgosa, es inexplicablemente demencial, no lo es menos que este gobierno –que tanto se jacta de su voluntad de salvar a Pemex—en verdad sea su Ángel Exterminador. En lugar de ser una buena nueva, fue en realidad desquiciante para los que algo entienden la lógica de negocio de una petrolera, el anuncio del presidente de que, por su voluntad, habían bajado los precios de la gasolina para enfrentar la crisis del COVID19. México nunca se ha lucido por tener presidentes que se apeguen a la verdad; pero, al decir semejante cuento chino, a éste la nariz le creció hasta allá. No, Andrés. Al contrario de lo que cantara Arjona, “no fuiste tú”, fueron los mercados.
Sacar partida política de los resultados de la caída libre de los precios del crudo, y la consecuente reducción en los precios de la gasolina; pone fuera de toda duda razonable que lo único que le importa al presidente de los Estados Unidos Mexicanos, es su inmortalidad simbólica. Porque ya vimos que su salud física lo tiene sin cuidado. Como ya trascendió a ser ángel, es un inmortal; y desde el cielo no le teme a la muerte de los trabajadores de Pemex (ni de ningún otro servidor público de la APF), ni al fenecimiento de la primera. Un persona ungida con sus polvos celestiales, puede sobrevivir a que se le cristalicen los pulmones. Así como la petrolera, y las finanzas públicas, resistirán la caída aún indeterminada de su línea de negocio más fuerte: la exportación de crudo.
Dicen que si Kafka fuera mexicano, sería costumbrista. Yo digo que si Buñuel estuviera vivo, haría una secuela del Ángel Exterminador con Andrés Manuel López Obrador en el papel estelar.
Miriam Grunstein es socia fundadora de Brilliant Energy Consulting. Ha trabajado 20 años en el sector energético; en el que ha combinado la academia, la consultoría y la opinión. Hoy, Grunstein es académica visitante del Centro México del James Baker III Institute de Rice University y profesora de tiempo parcial en la Universidad ORT México.