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2021: ¿Inercia del 2020 o inicio de un paradigma?

2021, ¿inercia del 2020 o cambio de paradigma?

2021: ¿Inercia del 2020 o inicio de un paradigma energético diferente? 

El 2021 inicia con una serie de acontecimientos inusitados. Además del grave repunte del coronavirus y la aparición de una cepa más agresiva en términos de contagio, el mundo se encuentra sorprendido con eventos políticos en varios países; que incluyen la separación definitiva del Reino Unido de la Unión Europea, el convulsionado proceso de cambio de mandato en Estados Unidos y las cuestionadas elecciones legislativas en Venezuela, entre otros.

La lectura al entorno geopolítico internacional es crítica para entender el mundo de la energía, pues existe una relación directa entre la geopolítica, la economía, los mercados, la oferta-demanda; y el consumo de moléculas de hidrocarburos, BTU´s de energía y kilovatios de electricidad. La historia nos ha enseñado que, en muchas oportunidades, se crean tensiones políticas para sacudir temas económicos y energéticos. Después de una crisis, siempre hay una reacción importante en los mercados.

En las dos últimas semanas del año pasado y esta primera semana del 2021, notamos una mejora en la demanda de energía a nivel mundial; la cual, en las dos últimas décadas, ha estado determinada por crecimientos económicos mejores que los pronosticados para China e India. Igualmente, se ha visto una recuperación en los mercados energéticos de energía fósil y energías alternas en la Unión Europea, ocasionada por la severidad del invierno, un factor crítico también. 

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No obstante, las lecturas de los expertos no son optimistas para cuando se supere la parte fuerte del invierno, pues los repuntes del Covid-19 siguen latentes y amenazan con extender las restricciones impuestas por la mayoría de los gobiernos. Tomando en consideración estas lecturas, algunos países productores de hidrocarburos, liderados por Arabia Saudita, ya están tomando medidas para efectuar cierres de producción que permitan mantener el precio del barril sobre los 50 dólares; algo que no ha ocurrido desde que detonó la pandemia, hace aproximadamente un año.

Una panorámica al mundo de la oferta permite observar abundancia de reservas y recursos. La contracción del mercado ocasionada por los efectos del Covid-19; el diferimiento de proyectos de exploración y desarrollo en varias áreas de la aldea global petrolera; la disposición de trasporte adicional para no convencionales del “Permian americano”; y los permisos otorgados por el gobierno actual de los Estados Unidos para exploración en áreas ambientalmente sensibles del noreste de Alaska, representan una base de recursos prolífica para la próxima década.

No sucede lo mismo cuando observamos el mundo de la demanda, en el cual, a corto plazo, se siguen viviendo los efectos pandémicos. A mediano plazo esto tendrá consecuencias importantes, debido al impacto en los cambios de hábitos en gran parte de la población urbana; que está buscando la vía de las energías alternas como reemplazo a las energías fósiles más contaminantes. Ya apreciamos este efecto en el sector de transporte, que está sufriendo una transformación importante en la oferta de vehículos de combustión interna por vehículos híbridos y totalmente eléctricos.

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Una mirada amplia a México nos muestra poca claridad en la política energética de cara al futuro. La Secretaría de Energía ha perdido esa identidad institucional visionaria en el tema energético, producto de las múltiples funciones que desempeña. Es difícil entender la dirección estratégica en el tema energético del país cuando observamos un liderazgo que gerencia un proyecto de construcción de una refinería; preside un consejo de la empresa petrolera nacional y además cumple funciones políticas dentro del gobierno. 

Decimos poca claridad porque aún no se ha construido una visión integral del país para el sector, donde todos sus jugadores desempeñen su rol, alineados por una dirección energética. Pensar solamente en fortalecer a Pemex y a CFE, sin establecer claros lineamientos de cómo hacerlo, no ayuda mucho; desperdiciar el potencial de alianzas que la empresa productiva del Estado tiene, no ayuda mucho; dejar de exigir metas claras de crecimiento dentro del plan nacional de energía a las empresas privadas que operan en México, tampoco ayuda. 

Es necesario recuperar esa visión de crecimiento sostenido y sostenible del sector energético con criterios de abundancia; no de escasez en el más amplio sentido de ambos conceptos. Abundancia para pensar en grande, con Pemex repotenciado con sus aliados y con contratos de servicio eficientes; una CFE de clase mundial; aliados que tengan un marco jurídico y fiscal estimulante; empresas de servicio que aporten lo mejor de sus capacidades y que reciban sus pagos a tiempo y consistentemente.   

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Deben revisarse, corregirse y ajustarse los criterios de escasez existentes en la visión, relacionados con el rechazo de permitir más aliados privados en asociaciones público–privadas; y en limitar la participación de más empresas para incrementar la generación y distribución eléctrica y, con ello, complementar a la CFE. Finalmente, deben superarse frustraciones pasadas que alberguen resentimientos y que no dejen tomar en cuenta puntos de vista diferentes y criterios distintos; por que las guías ideológicas que gobiernan nuestros sentidos así lo dicten. Hay que recordar que la inteligencia emocional debe ser un activo de quienes lideran y toman decisiones, no un pasivo que se convierte en caja de resonancia para atarnos a paradigmas limitantes en un mundo híper conectado como el que vivimos. 

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