Innovación en el sector eléctrico – Por Leonardo Velasco
Con la introducción de la generación eléctrica masiva a finales del siglo XIX vino una de las épocas de florecimiento y desarrollo humano más pronunciadas en la historia humana. Aunado a su poder de transformación, hemos expuesto los límites planetarios sobre los que podemos operar nuestros procesos antropológicos.
Bajo esa premisa, debemos construir nuevas rutas de avance para el siglo XXI. El reto hoy en día es acelerar la transición energética en torno a las renovables. Para ello, debemos vencer dos obstáculos: la baja densidad energética y el almacenamiento eléctrico.
La actividad antropológica ocurre de manera síncrona al día y la noche. De hecho, si desglosamos el consumo energético por actividades, observamos que la electrificación del transporte hoy representa la mayor oportunidad de crecimiento y adopción masiva para las renovables. Ideas relativamente sencillas como la electrificación de las vías de transporte, tendrían la posibilidad de armonizar nuestros horarios de generación y consumo de manera masiva.
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Otra idea formidable para aumentar la capacidad de hospedaje de renovables en la red eléctrica es aumentar sustancialmente el alcance geográfico de las vías de trasmisión. Después de todo, la velocidad de la luz le da 7.4 vueltas a la tierra en un segundo.
En Australia, el proyecto ASEAN Power Link plantea el tendido oceánico de 3,500 km de cable; interconectando una de las regiones con mayor radiación solar en el mundo y otra de gran densidad en consumo eléctrico: Australia y Singapur. Sin duda un logro más destacado por su connotación diplomática que por su aportación tecnológica.
Australia ha demostrado que, a pesar de ser un país dominante en las exportaciones de carbón y gas, tiene la voluntad política de un cambio de fondo y forma. El mismo país es líder en la adopción de baterías de litio en esquemas detrás del medidor a pequeña escala, donde pronto veremos más capacidad instalada en baterías de litio de lo que tenemos en generación distribuida en todo México. Además, tienen programas piloto donde algoritmos de administración energética controlan miles de baterías al unísono para emplearse como servicios a la red eléctrica, específicamente regulación de red y control de demanda.
Por otro lado, Inglaterra está liderando una revolución legislativa. A través de esto, buscan que los operadores de los sistemas de distribución eléctrica encuentren beneficios económicos al crear un perfil de cargas flexible a través de un desfasamiento masivo en los horarios de consumo.
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A la par, empresas de alta innovación como Greensync o Gravitricity están rompiendo paradigmas respecto a cómo operar y almacenar energía eléctrica. De esta forma, maximizan la participación de tecnologías como la solar fotovoltaica en su red eléctrica.
Por último, la comunidad europea está estableciendo varios hitos tecnológicos y legislativos en favor de almacenamiento de hidrógeno. Varios proyectos están aumentando la viabilidad de una adopción masiva de esta tecnología, resolviendo oportunamente el conflicto de densidad energética y almacenamiento de manera integrada.
Estas iniciativas dejan en entredicho la importancia de construir un avance coordinado entre innovación tecnológica e innovación política. A fin de cuentas, toda innovación es una disrupción por definición. La innovación, en sí, no sería nada sin considerar sus consecuencias sociales, políticas, ambientales y económicas.
Quizás, el gran cambio al que debemos aspirar en México, y en el mundo, es permitir que el medio ambiente lidere las prioridades de innovación. Sin duda alguna, nos espera un nuevo orden social cuando determinemos con claridad nuestras prioridades en torno al desarrollo y el florecimiento humano al que tanto hemos aspirado desde finales del siglo XIX.
¿Dónde está en México en términos de innovación?, ¿qué intereses limitan y tergiversan las prioridades hoy en día?