La emergencia del gas natural en Texas: ya habíamos aprendido algo – Por Rosanety Barrios
La alta dependencia de México de gas natural es una verdad muy bien conocida; por todos los que participamos de este sector desde hace muchos años. La caída de la producción de crudo por parte de Pemex terminó afectando la de gas natural.
Hay que recordar que Pemex siempre ha estado enfocado en crudo y que nunca le ha sido rentable el gas natural por sí mismo. En 2010, la demanda de gas natural superó a su oferta. No había gasoductos que permitieran compensar con importaciones lo que ya no producíamos; y los cortes o alertas críticas empezaron y se quedaron por tres años.
La solución estructural estuvo contemplada en la Reforma Energética. Para ello, se abrió la posibilidad para que la inversión privada participara en la exploración y producción de gas natural; específicamente en campos no convencionales. Recordemos que más del 60% de nuestras reservas de gas natural están localizadas en este tipo de campos; y que el milagro del shale gas no ha podido ser aprovechado por nuestro país.
Al mismo tiempo se construyeron los gasoductos, los cuales estarían listos antes de que México pudiera recuperar su producción de gas. Pero los ductos también pueden fallar, de eso no hay duda. Así que el almacenamiento de gas natural en grandes volúmenes era indispensable.
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Para conseguirlo, la Secretaría de Energía emitió una política pública en materia de almacenamiento de gas natural. Con ello, México podría aprovechar sus campos agotados para guardar el producto; y el Centro Nacional de Control de Gas Natural (CENAGAS) estaría a cargo de desarrollar la licitación correspondiente.
Mientras los gasoductos que traerían el gas importado se construían; México enfrentó en la pasada administración eventos previstos y no previstos que amenazaban el abasto de gas: problemas de clima en invierno que afectan la integridad de los ductos; altas temperaturas en verano que llevan la demanda eléctrica a picos cada vez mayores, así como mantenimientos programados en los gasoductos, por mencionar los principales. Todo lo aprendido en el manejo de esas emergencias quedó reflejado en un documento denominado “Plan de Emergencia”; el cual acompañó a la política ya referida en esta columna.
Ahí se describe cómo México aprovecharía las instituciones y capacidades técnicas construidas a lo largo de varias décadas; con la Secretaría de Energía a la cabeza del grupo a cargo de resolver la emergencia que requiere de la compra a tiempo de inventarios de todo tipo; como carbón, combustóleo, diésel y gas natural licuado. Este plan también contempló un reporte del nivel de almacenamiento de agua en las presas nacionales; el cual opera en ciertas circunstancias como almacén de energía.
Evitar una emergencia es imposible. Minimizar sus daños es factible. Requiere planeación, coordinación y control. Ahí quedan los hechos. La historia los juzgará.