La postura proteccionista de Donald Trump ha obligado a los responsables de la política monetaria estadounidense a instrumentar medidas de estímulo. Con el objetivo de mantener al dólar amigable frente a las principales divisas del mundo.
La política económica del presidente de México se ha escudado detrás de la premisa de que el peso es la divisa más fuerte del mundo. Esa expectativa sugiere, desde la óptica de López Obrador; que el país va viento en popa hacia tierra firme, lejos de la amenaza de una recesión técnica.
Las estadísticas, por ahora, le dan la razón. Pues el peso experimenta una apreciación del 7% frente al dólar desde que López Obrador asumió el poder el 1 de diciembre. Incluso, la divisa mexicana se mantenido por debajo de la marca psicológica de las 20 unidades en el mercado al menudeo y ventanillas cambiarias, en lo que va del año.
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Sin embargo, la realidad es otra. Resulta que es el mismo Donald Trump quien, de manera inconsciente, se ha encargado de mantener al dólar estable frente a las principales monedas del mundo. Como consecuencia, ha logrado persuadir a los miembros de la Reserva Federal de Estados Unidos de mantener su política monetaria restrictiva.
La política proteccionista de Trump está enfocada en frenar las importaciones de otros países a través de altos aranceles, cuotas de importación y regulaciones gubernamentales. Por ello, ha generado una guerra comercial entre Estados Unidos y sus principales competidores. De tal forma, ha contribuido a una desaceleración de la economía mundial. Como resultado, Washington ha tenido que ajustar su política monetaria en favor de un dólar amigable con las divisas de sus socios comerciales; para mantener sus productos competitivos y evitar un estancamiento de la economía estadounidense.
Así, este contexto, por ahora, ha maquillado la premisa de López Obrador y la estabilidad del peso mexicano. El cual enfrenta un complicado escenario interno; desde la sostenida desaceleración de la economía hasta el creciente desempleo. A lo anterior se añade la fragilidad financiera de Pemex y el descenso de la inversión privada.