Por Rubí Alvarado: Emisiones mundiales de metano: Un punto de inflexión en la lucha contra el cambio climático
Una reciente actualización de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) esboza una trayectoria esperanzadora en la lucha contra el cambio climático. Se centra principalmente en las emisiones de metano.
El metano, un potente gas de efecto invernadero responsable de casi un tercio del aumento de la temperatura global desde la Revolución Industrial, se mantuvo cerca de máximos históricos en 2023, con el sector energético emitiendo casi 130 millones de toneladas.
Esta cifra representa un aumento marginal respecto a 2022, lo que subraya la necesidad urgente de adoptar medidas de reducción. Sin embargo, tras la cumbre sobre el clima COP28 celebrada en Dubai, el informe aporta un resquicio de esperanza. Al proyectar un posible descenso de estas emisiones debido a importantes cambios políticos y compromisos internacionales.
Estados Unidos y Rusia, a la cabeza de la tabla como principales emisores de las operaciones de petróleo y gas, y las notables emisiones de carbón de China, dibujan un crudo panorama del reto que tenemos entre manos. El sector energético, incluidos el petróleo, gas natural, carbón y la bioenergía, sigue siendo la segunda fuente de emisiones de metano de origen humano. Sin embargo, los últimos acontecimientos destacados por la AIE sugieren un momento crucial para abordar este problema.
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La cumbre COP28 ha servido de catalizador, ya que casi 200 gobiernos se han comprometido a reducir sustancialmente las emisiones de metano para 2030. Estas promesas y las iniciativas normativas de Canadá, la Unión Europea y Estados Unidos, junto con los compromisos del sector privado, como la Carta de Descarbonización del Petróleo y el Gas, suponen un esfuerzo colectivo sin precedentes. Si estos compromisos se cumplen en su totalidad, la AIE estima una reducción del 50% de emisiones de metano procedentes de combustibles fósiles para 2030.
Sin embargo, el reto sigue siendo formidable. La mayoría de los compromisos carecen de planes concretos de aplicación, y el objetivo de reducir las emisiones de metano procedentes de combustibles fósiles en un 75% en esta década -una necesidad para cumplir el objetivo de 1,5 °C fijado por el Acuerdo de París- es desalentador.
Sin embargo, la justificación económica es convincente. Alrededor del 40% de las emisiones de metano de 2023 podrían haberse evitado sin coste neto. Y el gasto necesario para lograr la reducción del 75% sería una fracción de los ingresos de la industria de los combustibles fósiles.
Cabe señalar que el uso de tecnología avanzada, como los satélites de última generación para vigilar las fugas de metano, cambia las reglas del juego. Estas herramientas facilitan la identificación y rectificación de las fugas y pretenden salvar la distancia entre las emisiones declaradas y las estimaciones más elevadas proporcionadas por la AIE.