Pemex al alba del nuevo gobierno de Claudia Sheinbaum: Por Fluvio Ruíz Alarcón
El pasado 2 de junio tuvieron lugar las elecciones presidenciales de nuestro país cuyo resultado fue el contundente triunfo de la Dra. Claudia Sheinbaum Pardo, candidata de la coalición “Sigamos haciendo historia”. Uno de los elementos primordiales del planteamiento de continuidad con cambio hecho por la futura presidenta, es mantener el respaldo gubernamental a Petróleos Mexicanos. Aunque en el contexto de un impulso importante al proceso de transición energética y el combate al cambio climático, ejes del trabajo académico de la Dra. Sheinbaum Pardo.
En los albores del nuevo gobierno, vale recordar que, históricamente, Pemex ha sido una empresa muy rentable antes del pago de impuestos y derechos. Los dos únicos años en lo que va de este siglo. En los que tuvo pérdidas antes de sus contribuciones fiscales, fue debido a circunstancias muy específicas: en 2015, el impacto en su patrimonio geológico de la entrada en vigor de la reforma energética. Al mismo tiempo que se desplomó el precio del petróleo; y en 2020, cuando Pemex sufrió, como toda la industria petrolera mundial, los estragos de la pandemia del Covid 19.
Ahora bien, es importante hacer notar que a partir de 2015, su rendimiento positivo promedio antes de impuestos, es notoriamente inferior al del período 2000-2014. Lo que obliga a un análisis más detallado de la operación y resultados de la empresa productiva del Estado.
De ahí que para lograr que Pemex sea un actor central del sector petrolero nacional e instrumento eficaz de su política petrolera, el gobierno debe implementar ciertas medidas estratégicas y evaluar a la empresa productiva ya no solo en términos volumétricos, sino también por sus resultados económicos.
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De su lado, Pemex necesita hacer más eficiente su operación y redefinir sus prioridades y enfoques de inversión. En general, para lograr una nueva vitalidad, Pemex debe convertirse en una auténtica empresa petrolera nacional y factor esencial de la dinámica del sector.
En ese sentido, resulta fundamental que Pemex esté dotado de una auténtica autonomía presupuestal y de gestión. Así como de la flexibilidad operativa necesaria para actuar dentro y fuera del país. Al mismo tiempo que mejore su transparencia, rendición de cuentas y combate a la corrupción. Separando su contabilidad de las cuentas públicas y asignándole un mandato de seguridad energética, responsabilidad social y creación de valor. Mientras, Pemex carezca de autonomía presupuestal y de gestión, continúe siendo la principal fuente de ingresos fiscales. Y se utilice como factor de ajuste de las cuentas nacionales; se seguirá imponiendo el cortoplacismo financiero como el eje de sus decisiones estratégicas.
Por otro lado, las dificultades financieras de Pemex y las limitaciones presupuestales del gobierno, parecieran crear las condiciones económicas. Para analizar la pertinencia de impulsar alianzas de Pemex bajo un esquema en el que éstas sean aprobadas exclusivamente por su Consejo de Administración. Conforme a los criterios de idoneidad del potencial aliado, transparencia en el proceso y rendición de cuentas que el mismo Consejo emita. También podría utilizarse un vehículo financiero especializado del Estado, como está previsto en la Ley de Hidrocarburos. En todo caso, cualquier estrategia de alianzas debe alejarse de la lógica de solo servir para paliar las limitaciones presupuestales presentes de Pemex, a cambio de ceder la mayor parte de la renta petrolera futura.