La empresa de servicios petroleros Baker Hughes asumió un papel decisivo en la reactivación de uno de los proyectos energéticos más ambiciosos de Estados Unidos: el Proyecto Alaska LNG, una iniciativa valuada en 44,000 millones de dólares que busca transformar las vastas reservas de gas natural del norte de Alaska en un nuevo polo de exportación hacia Asia.
La compañía firmó acuerdos definitivos con Glenfarne Alaska LNG LLC, filial de Glenfarne Energy Transition, para suministrar equipos de generación de energía y compresores de refrigerante principales, consolidándose como proveedor tecnológico e inversor estratégico del proyecto. Según reportes, el plan ha entrado en una fase avanzada de ingeniería y diseño, marcando el progreso más tangible en décadas para el desarrollo del gas de Alaska.
El proyecto contempla la construcción de un gasoducto de 1,297 kilómetros desde los yacimientos de Prudhoe Bay y Point Thomson hasta Nikiski, en la península de Kenai, además de una terminal de licuefacción con capacidad para producir 20 millones de toneladas anuales de GNL, equivalente a una cuarta parte de las importaciones de gas de Japón. La Corporación de Desarrollo del Gasoducto de Alaska (AGDC) estima que el sistema procesará cerca de 93,500 millones de metros cúbicos diarios, abasteciendo el mercado local y exportando el excedente hacia Asia.
En enero, Glenfarne asumió la propiedad mayoritaria del proyecto y el rol de promotor principal, con un compromiso de 150 millones de dólares en costos de desarrollo antes de la Decisión Final de Inversión (FID), mientras el estado de Alaska retuvo una participación del 25%. La firma de ingeniería Worley Ltd. desarrolla el estudio de ingeniería básica (FEED), que concluirá en diciembre de 2025.
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La fase de construcción del gasoducto podría comenzar en 2026, seguida de la terminal de licuefacción dos años después. Glenfarne ha reportado interés de más de 50 empresas de Asia, Europa y América por participar en contratos de suministro o construcción valuados en más de 115 mil millones de dólares. Reuters indicó que ya existen acuerdos preliminares para más del 60% de la capacidad, incluyendo compromisos no vinculantes con JERA Co., Tokyo Gas y POSCO International.
El elevado costo de capital se explica por las condiciones extremas del Ártico y la falta de infraestructura existente, a diferencia de los proyectos de GNL en la costa del Golfo de EE. UU. Sin embargo, la ubicación de Alaska ofrece una ventaja logística estratégica: los envíos desde Nikiski a Asia tardan menos de diez días, evitando el Canal de Panamá y reduciendo los costos de transporte casi a la mitad.
La participación de Baker Hughes proporciona la solidez técnica y financiera que faltaba en intentos anteriores. La empresa suministrará turbinas LM6000 y compresores de refrigeración, tecnología probada en proyectos de GNL en EE. UU. y Qatar.
Aun así, el proyecto enfrenta desafíos: gran parte de los acuerdos comerciales aún no son vinculantes, la financiación depende de nuevos compromisos firmes y los grupos ambientalistas continúan impugnando el trazado del gasoducto y las emisiones asociadas. Además, el incremento global de oferta de GNL hacia 2028 podría presionar los precios.
Pese a ello, analistas consideran que la alianza entre Glenfarne y Baker Hughes representa el intento más sólido hasta ahora para convertir en realidad el sueño energético de Alaska, posicionando al estado como un nuevo eje exportador en el mercado mundial de gas natural licuado.
