¿Continuarán los subsidios a los combustibles automotrices?
En colaboraciones anteriores, hemos recordado que desde que el entonces Presidente Luis Echeverría decidió descongelarlos, la respuesta que han dado todos los gobiernos ante el incremento significativo de los precios de los combustibles automotrices, ha sido la misma: subsidiar de una u otra manera el costo para los consumidores finales.
En el caso de la administración de Andrés Manuel López Obrador, durante diversos lapsos, no solo se subsidió el pago del IEPS a los automovilistas hasta en un 100%, sino que también se hicieron descuentos en el IVA e ISR a los comercializadores. El resultado fue que de acuerdo al SAT, tan solo en el año 2022, el monto de los subsidios (curiosamente denominados “estímulos fiscales”) ascendiera a 396,607.2 millones de pesos. Esta cantidad prácticamente equivale al costo de la refinería de Dos Bocas y fue superior a los poco menos de 300,000 millones de pesos que se estimaron como excedentes petroleros para ese año.
De hecho, conforme a la información pública disponible y sin incluir el costo fiscal de las devoluciones de IVA e ISR a los comercializadores aplicadas en 2022; en el período que va de enero de 2020 a julio del presente año, el impacto presupuestal negativo de los llamados estímulos fiscales a los combustibles automotrices, ascendió a 644,800 millones de pesos. Solo por comparación: esta cifra equivale a poco más del 35% de la deuda financiera total de Pemex y es 62.7% superior a la deuda de corto plazo reportada al 30 de junio de este 2024.
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El argumento central que se esgrime en defensa de dichos subsidios, radica en su proclamada utilidad como instrumentos de contención de la inflación, la cual golpea con mayor severidad a los sectores más pobres del país. Este argumento puede ser válido en el caso del diesel, que se utiliza para el transporte público de personas y carga. Sin embargo, nada justifica el subsidio a las gasolinas de los vehículos particulares.
La Secretaría de Hacienda ha reconocido el carácter regresivo de los subsidios a las gasolinas, puesto que de acuerdo a sus datos. Aquellos han beneficiado en un 68% a los deciles de mayores ingresos. Además, se han otorgado de tal manera que, conforme al último informe de gobierno, el precio de la gasolina magna fue el que más cayó en términos reales (-7.9%) entre diciembre de 2018 y junio de 2024. Le siguió el de la gasolina magna (-7.6%) y finalmente estuvo la caída del precio del diesel (-7.2%).
Más que proteger a los más pobres (la inflación en los productos alimenticios en 2022, el año de mayores estímulos fiscales, fue superior a la inflación general y a la de los combustibles). Esta medida costosa para las finanzas públicas, parece destinada en realidad, a evitar fenómenos como la reacción de las clases medias ante el “gasolinazo” de 2017 y los costos políticos que conlleva. Si bien podría argumentarse que de no aplicarse estos subsidios fiscales, la inflación hubiera sido mayor. Lo cierto es que ese diferencial habría tenido más efectos sobre los sectores de mayores ingresos, que son los que poseen vehículos particulares.
Tal vez valdría la pena circunscribir los estímulos fiscales al diesel, reduciendo así su impacto presupuestal y beneficiando al transporte público de carga y pasajeros.