La transición energética de México entra a una fase decisiva tras un periodo de contracción en la inversión. El trazo histórico no es menor. “En materia de energías renovables, los últimos siete años han sido desafiantes para el sistema eléctrico mexicano”, señaló Rafael Rabioglio, Head of Latin America, BloombergNEF.
El dato que define esa curva: “De alrededor de 6 mil millones de dólares invertidos en 2017, hemos observado una caída de aproximadamente 80% para 2023”. En paralelo, la participación de la generación solar de pequeña escala creció con fuerza, un síntoma de que los consumidores y las industrias están buscando certidumbre y ahorro desde el sitio de consumo.
Políticas públicas, señales mixtas y la ventana de oportunidad
Las reglas importan. Rabioglio subrayó que el desempeño comparado de México frente a sus pares del G20 aún tiene tarea por delante: “México ocupa el lugar 15 en nuestro marcador de políticas del G20”, un ejercicio anual que evalúa siete criterios en cinco sectores, entre ellos electricidad, industria, agricultura y transporte limpio. Aun así, hay signos favorables: existen planes para invertir más en renovables desde el ámbito público y, sobre todo, reconocer “el papel que el sector privado ha desempeñado” en la expansión de las nuevas tecnologías.
La tesis de oportunidad se ancla en recursos y costos: “Creemos que el país tiene un potencial significativo, especialmente en energía solar”. A ello se suma una brecha evidente: “La solar de pequeña escala está subpenetrada en México”. Con marcos de colaboración público-privada más claros y señales de inversión, la expectativa de BloombergNEF es que esa palanca “impulse el sector renovable de México, alcanzando alrededor de 9 mil millones de dólares hacia 2030”.
Metodología y escenarios: de la transición económica al cero neto
Para ordenar decisiones de inversión a largo plazo, BNEF modela dos trayectorias. La primera es el escenario de transición económica (ETS), el caso base en el que “la tecnología más asequible” atiende el crecimiento de la demanda derivado de industria, población y actividad económica. En este marco, los cambios se concentran en el sector eléctrico y el transporte limpio, con una trayectoria compatible con 2.6 °C hacia finales de siglo.
El segundo es el escenario de cero neto (NZS), “mucho más agresivo”, que supone alcanzar la neutralidad de emisiones en 2050 mediante electrificación amplia de sectores, más despliegue de renovables y transformación del transporte, consistente con 1.75 °C hacia finales de siglo.
Matriz y capacidad: aumentar 2.5 el sistema, con baterías como bisagra
El cambio en la infraestructura es profundo. “La capacidad se multiplica por 2.5 veces: de aproximadamente 100 gigavatios hoy a 250 gigavatios”, explicó Rabioglio para el horizonte del modelo. En esa nueva matriz, “las renovables ganan participación rápidamente y alcanzan alrededor de 60% de la capacidad instalada total”, mientras que “las baterías también logran una participación de 10%”, clave para gestionar la intermitencia de solar y eólica.
El gas natural mantiene un papel relevante como tecnología de respaldo y flexibilidad: “El gas disminuye en participación de 46% a 36%, pero aún crece en términos absolutos”. En contraste, “el carbón se elimina progresivamente”. La lectura para tomadores de decisión es clara: los portafolios deberán priorizar renovables, almacenamiento y flexibilidad térmica eficiente, con criterios de costo nivelado y confiabilidad.
Demanda eléctrica: aire acondicionado, vehículos eléctricos y centros de datos
La ampliación de capacidad responde a una demanda que “crecerá de forma significativa”: el modelo proyecta alrededor de 66% de aumento hacia el cierre del horizonte. ¿Qué la impulsa? “El factor número uno es el aire acondicionado”, a medida que más hogares y comercios acceden a sistemas de enfriamiento en un clima cada vez más exigente. En segundo lugar, “los vehículos eléctricos”, que explican 20% del incremento total. Finalmente, el consumo de centros de datos, tendencia global que en México será relevante aunque menos dominante que en otros mercados.
Inversión en generación: una senda alcanzable
Al comparar la próxima década del ETS con los últimos diez años, el veredicto es pragmático: el salto no es inalcanzable. Rabioglio lo sintetizó así: “Es un escenario que, diría, es realista para que México lo logre”. En el corto plazo de cinco años, las cifras del modelo y los planes oficiales se ven “cercanas” en la inversión total para nueva generación. BNEF, no obstante, “es un poco más optimista en baterías” y más agresivo en solar por “la disminución de precios” y la mayor energía obtenida “por dólar invertido”.
La red eléctrica: el gran cuello de botella
La infraestructura de transmisión y distribución definirá el ritmo de la transición. “Modelamos también la red” y el resultado es que se requerirán entre 1.5 y 2.5 mil millones de dólares para sostener el ETS; “significativamente más de lo que se invierte hoy”. La noticia positiva es que “la CFE planea invertir 8 mil millones de dólares en los próximos cinco años” en la red, “30% por debajo de lo que asumimos en el escenario”, pero aún así “cinco veces” por encima de la referencia histórica. La prioridad: acelerar obras de transmisión estratégicas, digitalizar la distribución y habilitar conexiones eficientes para generación distribuida y almacenamiento.
Con señales correctas y proyectos bien seleccionados —generación renovable, almacenamiento, eficiencia en demanda y modernización de la red— México puede transformar un ciclo de inversión débil en una década de expansión ordenada, confiable y competitiva.
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